Situación de la gestión ambiental pesquera

Son innumerables los factores que han contribuido durante los últimos 25 años, a que la industria de harina de pescado haya minimizado de forma significativa sus impactos ambientales. Pero, más allá de que se trata de uno de estos factores, poco o nada se conoce sobre su más reciente performance y los retos ambientales que conlleva.

Han sido notables los cambios importantes que se han dado en el transcurso de más de 25 años, dentro de la gestión ambiental que se aplica a la industria de harina de pescado. Tal impacto puede ser rastreado desde la creación de las direcciones ambientales en diferentes ministerios, con suficientes resistencias –internas y externas– tras lo cual se iniciaron los denominados PAMAs (los Programa de Adecuación de Manejo Ambiental).

En el caso de la pesca, implicó dejar a un lado las nuevas regulaciones de las  embarcaciones y las chatas, lo que generó graves consecuencias en lo que respecta a la eficacia ambiental.

Si se hace un recorrido en este contexto, será suficiente con mencionar que en la década de los 80, más del 50% de las plantas pesqueras utilizaba 5.5 toneladas de anchoveta para fabricar una tonelada de harina (hoy se usan solo 4.3).

Tal situación era debida a que no era tratada de forma adecuada el agua de bombeo (enorme volumen que transporta el pescado de la lancha a la planta), y tampoco el agua de cola (resultado de la cocción y del prensado del pescado que, posteriormente, es centrifugado). Los dos fluidos eran desechados sin haber recuperado de forma eficaz los sólidos y el aceite.

Del mismo modo, durante esos años, la mayoría de plantas empleaban secadores convencionales con los que se despedían grandes cantidades de vapor con muy mal olor, lo que esta asociado a diversas expresiones costeras, como en el caso del Perú, ‘huele a plata’.

En la actualidad, la eficiencia en lo que respecta a la recuperación de sólidos y grasas durante la producción de harina de pescado se ha convertido en rentable, así como sucede con la reducción de emanaciones aéreas. Ya para el año 2000 las magnitud de lo arrojado al mar y a la atmósfera fue modificado significativamente, y del mismo modo el valor económico que ello representaba junto a los impactos ambientales que ocasionados. Sin embargo, el camino no ha sido sencillo y tampoco corto.

En medio de este proceso, las referencias memorables se inician con la reducción de los flujos de agua de bombeo a través del uso de bombas diferentes a las centrífugas que, aparte de usar más agua, emulsionan la grasa. Estas recibieron gran crítica y fueron objetadas inicialmente, pero en la actualidad la industria dejó atrás las bombas centrífugas para transportar el pescado con las bombas de desplazamiento positivo en su mayoría.

Otro hito vinieron a ser las inversiones de aquellas empresas líderes del sector para la recuperación. De este modo, no solo fueron rescatadas las grasas, sino también los sólidos del agua de bombeo, lo que las dejaba en condiciones de ser añadidos a la producción de harina y aceite de pescado. Finalmente, estos resultados se encargaron de validar la rentabilidad obteniendo un fuerte efecto demostrativo. En resumen, luego de más de 20 años de regulación ambiental y la renovación de los equipos han generado un menor impacto ambiental.

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